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Hilma Af Klint: más allá de lo visible

  • Julián Méndez
  • 26 mar
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 30 mar

La artista sueca pintó guiada por visiones y mandatos espirituales, vinculó el arte con el esoterismo y el espiritismo, y creó una obra monumental que hoy recupera el reconocimiento que no tuvo en vida


Me gusta ver -dijo‑ porque sólo viendo
puede un hombre de conocimiento saber
Don Juan Matus

¿Qué hay más allá de lo visible? El misterio. Lo desconocido. Nos olvidamos que aún hay una gran cantidad de preguntas sin respuestas. ¿Por qué existimos? ¿Qué es la muerte? ¿Qué somos? ¿Quiénes somos? Lo invisible es aquello que se esconde detrás de lo que miramos. Sucede que andamos ciegos y huérfanos a tientas por un mundo duro y frío que decidió olvidar su alma en pos de la comodidad y de promesas siniestras. Por eso no sabemos ver. En ciertas tradiciones el ver y el mirar son cosas totalmente antagónicas. Uno mira la superficie de este mundo. Ver es develar, saber lo que no se muestra. Hilma Af Klint veía.


Antes que nada, una aclaración: yo no sé de arte. No soy crítico, ni estudié curaduría, pero sé reconocer la belleza y la profundidad del espíritu humano. Eso es lo que percibí la primera vez que vi un cuadro de esta gran artista y por eso este homenaje.


En mi paso por la secundaria me decidí por la orientación de arte aunque nunca fui bueno para dibujar. Me sorprendió darme cuenta de que, no obstante, tenía cierta facilidad para la pintura. Sin saber absolutamente nada sobre pintores, mi profesor decía que mi intento se parecía, de forma lejana, a las pinturas de Kandinski. Nunca había oído hablar de él pero sus obras me fascinaron. Fue mi primer acercamiento al surrealismo.




Hilma Af Klint nació el 26 de octubre de 1862 cerca de Estocolmo, Suecia. Durante su adolescencia, su hermana Hermina, bastante más joven que ella, falleció y esto abrió una herida muy profunda en su alma. Ante este hecho es que decidió estudiar e ir a la universidad, ya que con su hermana se habían prometido “conocerlo todo”. Su interés principal era la biología. Le recomendaron estudiar arte, probablemente por su condición de mujer y, si bien no era su mayor virtud, aceptó y se embarcó en un viaje hacia lo desconocido.


En la universidad se hizo amiga de dos mujeres que fueron fundamentales en su vida: Anna Cassel y Cornelia Cederberg. Con ellas y otras dos más, Sigrid Hedman, Mathilda Nilsson, comenzaron a reunirse, por las noches, para realizar sesiones de espiritismo en las que intentaban comunicarse con entes invisibles. Se hacían llamar “Las Cinco”. Hedman hacía de médium mientras las demás intentaban canalizar el mensaje que ella traía desde el otro lado. Esas reuniones tuvieron lugar entre 1887 y 1907. Hasta este momento, Hilma se dedicaba únicamente a pinturas del cuerpo humano, flores y otros aspectos de la naturaleza.


Durante una de esas reuniones, en 1906, de la boca de Sigrid Hedman surgió un encargo, un pedido, que un ente llamado Amaliel le hacía al grupo de mujeres: pintar una serie que llamaron Los Cuadros del Templo. 193 pinturas. La primera etapa constó de 111 obras pintadas principalmente por Hilma. En sus diarios describe el proceso de una forma muy particular: "Las imágenes fueron pintadas directamente a través de mí, sin dibujos preliminares, y con gran fuerza. No tenía idea de lo que se suponía que representaban las pinturas; sin embargo, trabajé con rapidez y seguridad, sin cambiar ni una sola pincelada”. Su mano actuaba por sí sola, la guiaba sobre el lienzo. Se trató de obras abstractas de gran tamaño que buscaban transmitir las distintas etapas de la vida humana, la convivencia del mundo material con el mundo espiritual, de la dualidad de la materia, de los mundos invisibles. Recordemos que aún no existían este tipo de cuadros. Su inspiración fue inspiración divina.


Hilma Af Klint
Hilma Af Klint

Con el tiempo, las exigencias para exponer los cuadros fueron creciendo por parte del grupo pero Hilma sabía que eso era imposible. El mundo no estaba preparado para ver su obra. Esto lo terminó de constatar la opinión del teósofo Rudolf Steiner, a quien Hilma admiraba y consideraba “un alma gemela”. Al ver las pinturas y al escuchar el relato de cómo habían surgido, les aseguró que nadie las comprendería. Fue devastadora la sorpresa para todas cuando, apenas unos años más tarde, apareció quien ocuparía el puesto del primer surrealista en todos los libros de arte: Vasili Kandinski.


Ahora, ¿era Hilma una surrealista? ¿Acaso importa? Fue la intérprete de una voz de la profundidad y canalizó un mensaje que venía de los recónditos más ocultos del alma humana. Fue la que abrió la puerta hacia una dimensión desconocida, una mediadora entre dos mundos. Posteriormente diríamos que sí, que se trató de una surrealista, pero fue algo más.


Siguiendo un consejo de Steiner comenzó el intento de concientizar aquello que su mano hacía por sí sola. Comenzó a darle forma y fuerza al espíritu que la guiaba para apropiarse de la pintura, para decidir hacia dónde ir. Su búsqueda giró hacia el esoterismo cristiano y el simbolismo religioso (también se pueden apreciar estos intereses en la obra de Anna Cassel). Sus obras posteriores dan cuenta de formas arquetípicas, por ejemplo, de lo masculino y lo femenino (El Cisne, 1914 - 1915) en las que se ve cómo un cisne blanco y uno negro se funden hasta formar una unidad en un proceso que se desarrolla en diferentes cuadros. Su obra en sí es un estudio del alma humana, una búsqueda consciente por conocer lo que había en su interior.



Hoy en día todavía me pasa que cuando veo los primeros cuadros de Kandinski encuentro vacilación, inseguridad, miedo, búsqueda, prueba, tanteos en la oscuridad. Todo lo contrario me pasa al ver los de Hilma. Encuentro luz, seguridad, optimismo, espíritu, fuerza, conocimiento, visión de mundo. Por eso considero a Hilma más que una artista. Ella fue un puente entre dos partes que plantó la posibilidad de que eso se volviera una realidad. Pescó del mar del inconsciente una intensidad que no existía y la volcó en el mundo como una embajadora de la belleza. Sus pinturas son meditaciones, son un aspecto de lo sagrado extraído de su propio templo interior. Nos tradujo con mucho talento un idioma que nos era desconocido y abrió una puerta que no sabíamos que existía. Quizás podríamos llamarla simplemente visionaria.


Sus cuadros hoy en día son muy famosos. En el año 2019, el Museo Guggenheim de Nueva York presentó Pinturas para el Futuro. Una exposición que se volvió la más visitada en la historia del museo. En 1944, Hilma af Klint falleció en un accidente de tránsito. Dejó más de 1300 obras abstractas y un pedido para su sobrino Erik: que guardara sus cuadros por, al menos, 20 años. En 1986 fueron expuestos por primera vez en Malmo.


La primera vez que vi un cuadro suyo quedé obnubilado. Sentí que algo de esa magia sobre lienzo que veía era parte de mi, parte de todos. Explicar semejante sensación es complicado. Creo que su legado y su historia la vuelven una de las artistas más maravillosas de la historia, ya que todo alrededor suyo habla del misterio, de quiénes somos, y no hay nada más elevado para un ser humano que generar eso en otro. La razón de este humilde homenaje es continuar con la difusión de su obra porque siempre hay nuevos buscadores errantes dando vuelta. Vayan y disfruten.

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