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Anhell 69: el cine como sobrevivencia y transformación

  • Mauro Rojas
  • hace 12 minutos
  • 4 Min. de lectura
Entre la violencia de Medellín y la fragilidad de una generación queer, Anhell 69 convierte la pérdida en lenguaje cinematográfico

La historia del cine latinoamericano se escribe de manera misteriosa. Fue en el invierno del 2023 cuando asistí, gracias a un concurso online, a ver Anhell 69, producción colombiana de fines del 2022 dirigida por Theo Montoya. Motivado más que nada por su sugerente título, la función se realizó en la sala principal del Centro Arte Alameda (Stgo, Chile) con muy escaso público. La experiencia fue tan estimulante que cuando tuve el dinero para la entrada asistí a verla por segunda vez, al mismo cine, aprovechando que estuvo en cartelera alrededor de un mes. No obstante, cuando quise comentarla me encontré con un gran vacío: de mis amigos y conocidos a lo largo del país, y fuera de este, pocos se habían enterado de su existencia.


Al menos en Chile, la película se estrenó solamente en la capital y, quizás, en la Sala Insomnia de Valparaíso. Pero no quiero aquí comenzar a hablar sobre la precariedad en la distribución de cine alternativo y latinoamericano en este país.  Volvamos a la película.



El debut de Theo Montoya parte con una metáfora: un carro fúnebre recorre las calles de Medellín, su director anida en él y desde ahí nos habla con una suave y a ratos profunda voz en off de claro tinte colombiano. Es desde aquí que comienza el relato y la reflexión que nos propone el visionado, pues Anhell 69 es eso: una gran reflexión -surcada de poesía- sobre la vida y su fugacidad, sobre el arte como resistencia, sobre la juventud trans y LGBTQ+ de Medellín, sobre el ejercicio de hacer cine cuando acecha la muerte de cerca. 


¿Un ensayo? Posiblemente. Y es que en Anhell 69 anidan muchos discursos. Por un lado, como he dicho, la película se estructura gracias a la voz en off del joven Theo Montoya a modo de relato biográfico, donde nos cuenta de su niñez, sus vivencias en Medellín, su relación con el cine –y de cómo el cine lo salvó de alguna manera- sus muertes cercanas y sus amigos y amores. Se trata de una voz que nos va contando sobre el proceso mismo de realización de la película que estamos viendo. Gracias a ella nos enteramos de que Anhell 69 es el nombre ficticio que usa un joven en sus redes sociales y que esa película primeramente trataría, en gran parte, sobre él.


En efecto, la película que vemos no era la que iba a existir. Fue el pulso social, y sobre todo la muerte, lo que impuso su transformación. Creo que el verbo mutar es importante para entender el universo que nos propone este docu-ficción que insiste en buscarse en las fronteras. Es, de hecho, la violencia que vivimos en Latinoamérica (y específicamente en Medellín) la que lleva a que la película deba transformarse para poder ser. Porque Anhell 69 necesita ser. Y es ese el proceso que Theo Montoya nos va contando en imágenes y en voces, las de otros y la suya propia. Es una película que “se va haciendo” ante los ojos del espectador, en un proceso que está lleno de deseo y de sexo, además. 


Theo Montoya
Theo Montoya

En un momento, escuchamos la voz de Theo decir: 

-entonces me di cuenta de que Anhell 69 debía ser una película trans, una película monstruo-.


Es, en efecto, esa cualidad trans lo que permite que los personajes de la película (todos jóvenes reales, no actores) finalmente se muestren en su quehacer y acontecer, como sobrevivientes de una realidad en la que permanentemente se está en peligro; no en un peligro metafórico, sino en un peligro real de morir. Aún así se atreven a vivir el deseo, el sexo, la vanidad, el amor y el tránsito por los géneros, volviéndose a nuestros ojos ángeles trágicos y sensuales que habitan el tumultuoso desierto latinoamericano tras la oscura pantalla del cine. 


Relato biográfico, reflexión sobre la muerte, ideas de lo líquido de las formas en el arte y la fugacidad de la existencia. En suma, un retrato de lo que es la sociedad actual para muchos jóvenes en una Latinoamérica arrasada por la violencia, el narco y a la vez donde todas las definiciones que antaño nos daban una seguridad se desdibujan (el género, las enfermedades, las orientaciones sexuales, la ficción). Una reflexión, también, sobre el abandono. 


Escenas de la película Anhell 69 de Theo Montoya
Escenas de la película Anhell 69 de Theo Montoya

Tal vez esta película es también una reflexión sobre la resistencia, dado que los jóvenes personajes del film deciden persistir en el deseo y el amor bajo la forma de una intensa amistad, como nos muestran los últimos planos de la película. 


Quizás la resistencia de estos personajes se vuelve para nosotros no solo la de los afectos y del deseo, sino la resistencia que significa realizar arte en el tumultuoso desierto latinoamericano, asolado por la violencia y el neoliberalismo.  


Con lo dicho, Anhell 69 significa para mí uno de esos hitos cinematográficos que nos permitirá abrir nuevos caminos al abordar reflexiones sobre la creación misma, la pérdida y la reinvención. Nos cabe a nosotros, si lo deseamos, abrir la puerta a un cine queer que nos ayude a afrontar la vida actual y su vértigo. 


El cine nos sigue buscando internamente. 



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