Justina Bustos: “No pienso en quién me está mirando cuando actúo… ahí me libero.”
- Ilaria Landini
- 6 jul
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 6 ago
En Unquillo, Córdoba, Justina Bustos habla de sus inicios, su carrera entre Argentina y Europa, y la nueva etapa que vive con su embarazo y su primer proyecto como diseñadora
Los padres de Justina Bustos se enamoraron de una casa en Unquillo, Córdoba cuando ella tenía seis años. Esa casa se volvió el escenario de su infancia y adolescencia, el lugar donde aprendió a inventar mundos con témperas y amigas, y donde más tarde entendió que la imaginación podía ser un oficio. “Mucho tiempo sola, sin distracciones. Mi cabeza volaba”, recuerda mientras recorre ese espacio casi intacto.
Hoy Justina vive en Buenos Aires, pero trata de volver a Unquillo una vez por mes. “Volver a esta casa es volver a donde empezó todo”, dice. La transición del interior a la gran ciudad no fue fácil: llegó sin contactos, alquilando un cuarto en la casa de una desconocida, y con la sensación de que debía “remarla el doble” para insertarse en un medio tan porteñocéntrico.
“La industria sigue contando historias de hombres… ojalá pongan el mismo presupuesto para una historia de una mujer.”
Su carrera comenzó con Vóley y dio un salto con Historia de un clan. Después llegaron los viajes, las producciones internacionales y también los desencantos. “Me ilusioné mucho con mis primeros trabajos, después aprendí a bajar la expectativa… a ir paso a paso”, reflexiona. Esa lección la aprendió sobretodo después de quedar atrapada en Isla Mauricio durante la pandemia: pasó 33 días aislada en un hospital con Covid, un tiempo que la llevó a filmar con su celular lo que más tarde se transformó en Sola en el paraíso, su primer documental. “Era muy surrealista lo que me estaba pasando. Necesitaba ponerlo en otro plano para procesarlo”, dice.
"Siempre siento fe y esperanza. Si no veo futuro, me muero"
También opinó sobre cómo es ser mujer en una industria donde las grandes producciones todavía giran en torno a historias de hombres. “Ojalá algún día pongan el mismo presupuesto para contar la historia de una mujer”, señala. Y sobre cómo aprendió a decir que no: “Otra de las cosas que aprendí es a no mandarme a todo. Ahora paro, respiro y elijo”.
Hoy atraviesa una etapa distinta: está embarazada de su primera hija, piensa en proyectos nuevos y en cómo armar un refugio propio con su pareja. Entre esos planes, también trabaja en una cápsula de ropa con la marca De Arrieta, un proyecto que la conecta con su lado creativo fuera de la actuación Pero aunque las prioridades cambien, hay algo que no se modifica: su forma de entregarse por completo a un personaje. “No pienso en quién me está mirando cuando actúo… ahí me libero.”




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