Prosumidores o esclavos digitales: el verdadero costo de la hiperconectividad
- Tomás Carnota
- 28 feb
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 14 mar
Las redes sociales prometieron libertad de información, pero los algoritmos dictan lo que vemos, pensamos y consumimos. ¿Somos realmente dueños de nuestras decisiones o prisioneros de un sistema diseñado para controlarnos?
El mundo y la IA
Contar que las redes sociales cambiaron la forma en la que consumimos información no es novedoso, pero sí importante. Porque ese cambio nos dejó algunos aspectos interesantes para observar. Por un lado, nos volvimos todos productores de contenido o generadores de contenido, es decir, antes los medios tradicionales producían y nosotros consumíamos. Ahora somos “prosumidores”, una palabra muy cool que se escucha en estos tiempos, que resume productor-consumidor. El hecho de ser generadores de contenido nos da una posibilidad de alzar la voz, de ser escuchados, de jugar de igual a igual con un gran medio. Pero no solo eso, sino también leer, ver y escuchar a alguien como nosotros, un ciudadano común que está contando algo sin intereses políticos o económicos. Sintetizando, las redes sociales le quitaron el monopolio de la información a los grandes medios tradicionales. De hecho, hoy día, los medios tradicionales se nutren constantemente de la información que circula en X, YouTube, Instagram y Tiktok.
Cuando decimos que la información ya no está concentrada en unos pocos, sino desparramada en miles de millones de civiles, suena democrático y hasta tiene aires de profunda libertad. Podría decirse que “el mundo se volvió más transparente con la aparición de las redes sociales”, sin embargo, esta es una peligrosa realidad aparente en la que estamos totalmente atrapados. Acá aparecen los algoritmos. Los temas de conversación en X, las fotos en Instagram y los videos en Tiktok que consumimos a diario, no son azarosos ni tampoco ingenuos. Consumimos lo que quiere el algoritmo que consumamos. Es decir que producimos cosas que por un lado creemos que están siendo mostradas, pero no lo están. Y por otro lado, producimos cosas que ya están previamente seteadas por lo que consumimos en redes.
Un ejemplo concreto es Twitter, que llegó a censurar la cuenta de Donald Trump por promover “fake news”. En esa época, año 2019, Twitter se jactaba de promover reglas de convivencia sanas para la discusión política. Corriendo de lado discursos de “odio”, censurando cuentas, etc… Pero apareció Elon Musk y compró Twitter, pasó a ser X. Elon, por su parte, levantó -en teoría- todo tipo de censura, ahora X (o Twitter) es una red social libre. Pero, ¿realmente es libre? Los libertarios argentinos todo el tiempo insisten con esta idea, porque claro, ellos ahora son mucho más escuchados. Es más, el presidente argentino Javier Milei se vio muy beneficiado por la aparición de Elon y X. Pero insisto, ¿el hecho de que esta red social haya tenido ciertas reglas en el pasado significa que su ausencia hoy equivale a libertad?

Más bien no. X funciona con sus reglas, con sus algoritmos, muy distintos o no tanto, a los que correspondían a Twitter. Pero por distinto no es más libre. Es distinto. Los temas que eligen mostrar, los tonos que eligen destacar, todo está pensado y finamente dictado.
Otro ejemplo se lo escuché contar a Mario Pergolini, que estudia mucho el tema algoritmos y redes. Contó que con su desarrolladora de software impulsaron una investigación para ver qué mostraba Tiktok en China y qué mostraba de este lado del hemisferio, en occidente. Resulta que en China el algoritmo mostraba videos muy aspiracionales de científicos, ingenieros, etc… La mayoría del contenido tenía que ver con la inteligencia y el desarrollo económico del país. Acá, de este lado, los contenidos son snacks digitales que embrutecen a la sociedad. Y nos dirigimos sin prisa pero sin pausa, hacia ese lugar, que no es casual, sino intencional.
Ahora para profundizar en esto detengámonos brevemente en la guerra China-EEUU. Un conflicto que viene hace años pero que se agudizó en los noventa donde la dominación por el mundo tomó dos caminos. El de Estados Unidos que dijo “voy a llegar a todo el mundo con mi cultura” y se convirtió en una enorme fábrica de sentido común quedándose casi con la hegemonía cultural del planeta post globalización y, por otro lado China, que comenzó a usar al capitalismo para darle pelea a Estados Unidos. Es decir, hizo una maniobra digna del kung-fu: usar la fuerza del adversario para contraatacar.
China se está comiendo al mundo desde el mismo sistema capitalista. ¿Cómo? Se dedicaron, entre otras cosas, a generar productos y servicios significativamente más baratos que Estados Unidos y muchos otros países. Esto generó una invasión de productos, servicios y empresas chinas en todo el mundo. Además de convertirse rápidamente en una fuerza económica implacable. Pero hoy el foco de la disputa está puesto en otro lugar: el dominio de la mente humana. O tal vez en definitiva siempre estuvo ahí la disputa, pero hoy es más que evidente.
El documental Wormwood (2017) cuenta cómo en la posguerra fría los servicios de inteligencia de Estados Unidos y de Rusia estaban investigando hasta el hastío cómo usar al máximo la mente humana, cómo controlarla. Además, muestran también otra investigación, que trataba sobre esparcir virus en las sociedades, como arma de guerra. Recomiendo mucho el documental, tiene mucha información de archivo y es revelador. ¿A qué voy con todo esto? Que si en aquél momento, post guerra fría, ya había una disputa por la mente humana, ¿cómo no la habría ahora?

El 5G ya quedó viejo en la discusión con la aparición de la inteligencia artificial, pero también es un aspecto de disputa. Porque la empresa China, Huawei, ofrecía sus antenas en todo el mundo y esto generó un problema muy grande para los Estados Unidos que se veía en jaque y hasta llegó a tener altas tensiones con muchos países de Europa.
Retomemos. En 2024 aparece la inteligencia artificial. Primero surge Open AI y luego los grandes de la tecnología ya tenían la suya. 2025: surge Deepseek, la competencia China. Y acá un punto muy relevante. China sacó su propia empresa de IA pero con la misma lógica que compite en todo, Deeepseek es mucho más barato que Open AI para cualquier empresa o persona que la quiera contratar.
Al margen de la disputa entre estos países, lo que deberíamos discutir es la inteligencia artificial como tecnología. Creo que hay dos ejes de discusión: si la IA va a finiquitar con el trabajo humano o si la IA es el arma definitiva con la que el mundo (sistema) dominará nuestra mente, avasallando nuestra soberanía cognitiva. Aunque están ligadas, me interesa más profundizar en la segunda.
Desde mi perspectiva conspiranoica (basta leer la historia del mundo para darse cuenta que está basada en conspiraciones), la creación de internet ya tenía esta intención como objetivo último: la inteligencia artificial. Para poder crear una inteligencia artificial uno tiene que meterle kilos y kilos de información, y eso es posible únicamente si cada ser humano durante mucho tiempo aporta lo suyo. Porque era más difícil eso que el desarrollo de la tecnología para que esa inteligencia funcione. Es decir, vos podías tener los fierros y los códigos, pero si eso estaba vacío de información, no servía. Nosotros mismos como prosumidores aportamos a esa gran matriz.
Si es que alguna vez podíamos creer en lo que leíamos en los diarios y veíamos en los televisores, hoy definitivamente no podemos creer en absolutamente nada. Ya no sabemos quién está del otro lado de la pantalla. Cómo está hecho, quién lo hizo y por qué. Cada vez las fotos de IA son más parecidas a la realidad y esto es, por ahora, algo simbólico que con el tiempo se va a desparramar en todas las áreas de nuestra vida.
Yanis Varoufakis, un economista griego, plantea que el capitalismo murió y que ahora surge un nuevo sistema que denominó “tecnofeudalismo”. Responde a la antigua idea del feudalismo europeo. Recordemos que los nobles tenían el monopolio de las tierras y toda la economía giraba en torno a ese monopolio. Lo que plantea Yanis, es principalmente, que el monopolio de la economía lo están empezando a tener las grandes tecnológicas y que todos nosotros trabajamos para ellos. Teniendo en cuenta el crecimiento en todas sus dimensiones de Silicon Valley, donde por ejemplo Dinamarca ya tiene una embajada montada, el cambio económico trae aparejado un profundo cambio en la organización política del mundo. Es decir, comenzamos a transitar un camino de reestructuración de las instituciones que hasta el momento acompañaban nuestro día a día. Teniendo en cuenta este breve racconto, no es casual la crisis del ser humano con los estados-nación y con la democracia. Se avecina un cambio geopolítico donde las decisiones de nuestras vidas no las tendrán los países sino Google, Meta, Alibaba, Amazon, Open AI y bueno, todas aquellas.

Son tiempos donde el aroma de libertad nos convence que vivimos en un mundo libre, pero nunca fuimos tan esclavos como hoy y cómo seremos mañana. Ni nuestros gustos, ni elecciones culturales, ni donde vivimos, ni sobre los temas que hablamos, ni la música que escuchamos nos pertenece. Nada es nuestro, todo es impostado.
Un poco de calma
Desde los orígenes de la humanidad estamos acechados por la esclavitud permanente. Algunos creen que la esclavitud se monta en algo meramenre material, que unos tengan más y otros menos. El que tiene más es quien esclaviza al que tiene menos. Eso puede ser cierto, pero a mi me gusta más la idea que conquistaron nuestra alma, que somos esclavos espirituales del mundo para el cual servimos. Reconquistar nuestra propia libertad es mucho más difícil; ese caballo salvaje e indomable que todos llevamos dentro, pero es ahí donde debemos empezar a buscarla. El camino interno hacia lo más esencial de uno. Un preso podría vivir dentro de una celda por siempre y seguiría sintiendo su libertad. La libertad es interna, no externa. Al creer que somos parte de un mundo, de engranajes, y pensamos que eso es todo, olvidamos que somos parte de algo mucho más grande que es el universo entero, somos parte de la naturaleza mucho antes que del mundo, pero estamos tan contaminados que ponemos al mundo como si eso fuese todo. La vida a la que pertenecemos es mágica y vigorosa, pero hay que estar dispuestos a vivirla.
Si logramos acercarnos a nosotros mismos y reconocernos verdaderamente, entonces sería mucho más difícil para el mundo dominar nuestra libertad espiritual, porque una vez que es nuestra, lo es para siempre.
“Los hombres encuentran en las mismas crisis la fuerza para su superación. Así lo han mostrado tantos hombres y mujeres que, con el único recurso de la tenacidad y el valor, lucharon y vencieron a las sangrientas tiranías de nuestro continente. El ser humano sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos, porque a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer. En esta tarea lo primordial es negarse. Defender, como lo han hecho heroicamente los pueblos ocupados, la tradición que nos dice cuánto de sagrado tiene el hombre. No permitir que se nos desperdicie la gracia de los pequeños momentos de libertad que podemos gozar: una mesa compartida con gente que queremos, una caminata entre los árboles, la gratitud de un abrazo. El mundo nada puede contra un hombre que canta en la miseria”. Ernesto Sabato.
Y quisiera ofrecer una canción como último silbido de estas palabras: Fin de siglo, del álbum Runa, de Raúl Carnota.




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Acepto el desafío de resistir, sí. Estandarizar, normalizar, ordenar, ritualizar. Todo implica determinar un camino, y conducir por él. Aquello que dió resultado para "ir" y "alcanzar" un objetivo, se establece para que "otros" lo utilicen. ¿Determina esto tu propio objetivo? No. Y sin embargo, "lo trazado" es nuestra herramienta, nuestra posibilidad de ir más allá. De establecer un contacto con otro. De dialogar. De ir allá donde "yo-no-soy"', es decir al "tú", ese que por ser distinto, me permite ser "más-yo", o mejor dicho "yo-más"
Lo cultural y lo social es herencia. Nuestra posibilidad y nuestras cadenas. Pero desprendernos de todo y dudar de todo a la manera de Descartes, para liberarnos del pesado yugo, hasta alcanzar una certeza…