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Billy Waller: la obra se abre camino

  • Julián Méndez
  • 21 oct
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 22 oct

En un galpón de Villa Pueyrredón, una hija ordena y rescata el legado de un artista que pasó inadvertido para el circuito del arte: entre más de 300 cuadros, emerge la historia silenciosa de una vida entera dedicada a la pintura

El corpus de Billy Waller, compuesto por entre 350 y 400 obras, atraviesa distintas etapas que reflejan la intensidad y coherencia de un camino artístico único. Desde un comienzo surrealista durante su adolescencia, hasta la fusión de abstracción y figuración que marcará gran parte de su producción, cada serie conserva un pulso vital, una célula de espíritu que es imposible de ignorar.


Ese universo se resguarda hoy en un galpón de Villa Pueyrredón. Ahí, su hija, María, asumió la tarea de ordenar y catalogar el acervo. En un espacio de techos altos que alguna vez fue un taller mecánico, se desplegó frente a ella ese universo de su padre, en el que aún no reconocía un orden. “Lo primero que hice fue un ejercicio medio infantil de poner lo que se parece con lo que se parece”, cuenta. De ese gesto intuitivo surgió un mapa: las series, los estilos, los diferentes formatos y medidas. El trabajo fue revelando, poco a poco, las distintas etapas de Billy y el recorrido de su obra.


Óleos y dibujos que reflejan la evolución de un artista autodidacta: del surrealismo inicial a un lenguaje propio que fusiona intuición y estructura.


Billy se sumergió en la pintura de muy joven y sus primeros estudios fueron exclusivamente personales. “La primera etapa fue surrealista. La empieza de manera autodidacta durante su adolescencia. Las obras que tenemos de esta etapa son aproximadamente veinte”, explica María. Esa serie inicial se llama Génesis y reúne óleo sobre tela que evocan el nacimiento de un universo creativo: cuadros que parecen condensar el nacimiento de un mundo.


Hacia fines de los años 80, impulsado por su profesor Pepe Cáceres, Billy se adentró en la abstracción. Desde entonces, abstracción y figuración se combinaron en su producción, muchas veces en torno a la figura humana, otras a través de formas libres que mantenían la fuerza expresiva. Ese diálogo entre estilos se despliega en la totalidad de su trayectoria, atravesando décadas de trabajo incansable. La dimensión de su entrega a la pintura es fácil de describir. “¿Pintaba mucho?” le pregunté a María. Su respuesta fue simple: “No me acuerdo de mi papá sin las manos manchadas de pintura”.


El artista en su taller, durante una de sus jornadas de trabajo


En 2022, parte de esta obra pudo verse en el Museo Benito Quinquela Martín, en La Boca, en la muestra Pinto porque no escribo. A finales de 2024, el galpón se abrió por primera vez a familiares y amigos, como celebración de ese nuevo espacio para las obras. Durante la exposición en el MBQM, María recibió una frase que resume el destino de la pintura de Billy: “la obra se abre camino”, le dijo el director del Museo. Y en efecto, el recorrido de su producción parece señalar que, más allá de las dificultades del mundo del arte, cada cuadro encontrará su lugar.


Pinturas del período abstracto, donde la figura humana y la forma libre conviven con la misma intensidad expresiva que atravesó toda su trayectoria
Pinturas del período abstracto, donde la figura humana y la forma libre conviven con la misma intensidad expresiva que atravesó toda su trayectoria

Hoy, María junto a la curadora Lucía Ramundo y un equipo de colaboradores trabajan en la preparación de una nueva exposición, prevista para el 29 de noviembre. Allí se buscará mostrar las distintas etapas de Billy, dar cuenta de la riqueza de su corpus y permitir al público acercarse a la magnitud de una obra que se abre lentamente al mundo.


Mientras tanto, el galpón de Villa Pueyrredón funciona como refugio y laboratorio. Entre mates, charlas y cuadros cuidadosamente ordenados, la obra de Billy Waller adquiere un nuevo hábitat. No solo se trata de conservar, sino también de proyectar: cada tela, cada serie y cada etapa revelan la potencia de un artista que dedicó su vida a la pintura.


María Waller en el galpón de Villa Pueyrredón, donde cataloga y conserva las más de trescientas obras de su padre
María Waller en el galpón de Villa Pueyrredón, donde cataloga y conserva las más de trescientas obras de su padre

Y en ese espacio también se percibe algo más: un clima de cuidado y respeto. Como una comida que requiere tiempo, fuego lento, y que se prepara con la atención puesta en lo esencial. Palabras que parecen inactuales, pero que son sinónimos de lo mismo: del querer. Porque en definitiva, la obra de Billy Waller no solo se abre camino por sí misma. Lo hace también porque detrás hay un amor que empuja tiernamente.



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